Parado
en medio de la calle en Caramanta, mis pensamientos viajaron a miles
de kilómetros a la ciudad de Eisleben, un pueblo en Sajonia-Anhalt,
Alemania.
(Es muy famoso por ser el pueblo de origen de Martín Lutero llamada
Lutherstadt Eisleben.) Observé la solitarias ventanas como haciendo
el cortejo a quien pasaba por la calle, los recuerdos volaron como
nubes en tormenta descabalgando peregrinas la niebla que se acercaba
con gotas de agua que resisten y no terminaban por caer en la recién
adoquinada calle en Caramanta, dando ese aspecto de calle de la
antigüedad, como evocando un pasado lleno de cultura y progreso.
Que
por qué asocio esta calle con Eisleben? Porque cuando la visitas te
acercas a la oficina de turismo de Lutherstadt Eisleben, en Alemania,
encuentras un gran póster de ventanas de la ciudad para llevar como
souvenir.
Recuerdo
aquella tarde, era un comienzo de febrero cuando la llovizna empapaba
los cristales de la vieja casa de ventanas de tono verdes claro en
donde nos hospedamos. Aquella humilde casona, con su clásico patio
central, es una casa típica de arquitectura colonial antioqueña que
en la actualidad están reformando para convertirla en un agradable
hostal el patio. Nuestra habitación daba a la plaza central.
Al
mirar por la ventana y balcón vi una plaza perdida, una ciudad
olvidada, en una casona de la esquina vi a una niña a través de los
acuosos cristales. Luego me enteré que en aquella casa vivió un
hijo de Francisco
Ossa Baena,
Juan Bautista Ossa Jaramillo, hijo del ya mencionado Francisco Ossa
Baena, el primer alcalde de Caramanta nombrado un 12 de diciembre de
1842, el
abuelo de mi bisabuelo, el pentabuelo para los de mi generación.
En el llamado libro amarillo de Caramanta, en su página 14, describe
muy bien los moradores de la Plaza de finales del siglo XIX y
principios del XXI. Esta casona en la que nos hospedamos fue
propiedad de Juan de la Cruz Valencia, que a su vez se la vendió a
un clérigo de apellido Ossa. Pero quien la habitó fue su hermano
Aníbal Ossa y su familia hasta que fallecieron (en el mismo escrito
llamado “tiempos y recuerdos”, en la pagina 44, en el apartado
Gaseosas, se describe la buena fabrica de gaseosas con su hermosa
bola de cristal, “la sidra de Caramanta” que se producía en esta
casona en la época de Juan de la Cruz Valencia).
Siempre
fui y seré el mejor amigo de la neblina, pero aquella mañana me
impidió ver la fachada de la iglesia y los rostros de quien a esa
matutina hora pasaba por la plaza. Recuerdo a una niña que caminaba
a toda prisa de la mano de su madre. Sería la niña, la niña de la
casa verde y blanco de la esquina? Luego, unos minutos trascurrieron
y desapreció mi amiga la neblina, despejó y llegó la luz de la
mañana. Veo perderse a lo lejos en las solitarias calles entorno a
la iglesia a la niña vestida en tono dorado que resaltaba la calidez
de la inocencia.
Pasó
el trascurso del día, pasó el trascurso de la tarde y ya se volvía
a respirar la humedad, las gotas flotaban en vez de caer. Se produce
la neblina. Solo faltaban las Garúas y los vientos fuertes, cosa que
no pasaba en este pueblo. Ya en la plaza se veían mas transeúntes,
los caramanteños en los bares entorno a la iglesia. Y esto se repite
cada tarde a la luz del crepúsculo. Nuestro guía nos recomendaba el
bar en donde se toma el mejor café, eso si, acompañado de la
tradicional música guasca o de carrilera y con la acostumbrada
contaminación acústica. Afortunadamente se puede uno sentar afuera
y sembrar otras notas musicales, poder escuchar el suave coloquio de
los sonidos que llevan a escuchar a los viejos y a los conocedores de
la vida cotidiana del pueblo que nos iba presentando nuestro guía,
al que todos los del pueblo conocen, oriundo del pueblo de la ruana.
El señor Dario clavijo, con su encurtida rostro, con un clásico
acento paisa, no solo conoce a los del pueblo sino también a los de
las veredas vecinas. Con orgullo nos mostró su medio de sustento hoy
parado. Parqueado en la plaza, un viejo Chevrolet Pick Up de 1956
color rojo que ya no dejan transitar por antigüedad, una verdadera
pieza de museo.
Como
en todo pueblo, no falta el personaje de vida indigente que deambula
por las calles mas transitadas, y en esta Caramanta en la que todos
los del pueblo se conocen deambulan unos cuantos. Nos alertaron de
sus prontuarios como si de su currículum se tratase cuando se
acercaban a mendigar, unos por necesidad piden para comer. Uno de
ellos, de aspecto joven, piel blanca y ojos claros se vía mal de la
cabeza, al parecer por tanta droga. Mendiga para el vicio y el
cigarrillo, y desde que el primo Oswaldo Ossa le dio unos pesos $, no
se lo quitó más de encima. Cada vez que le veía decía: “Amigo,
amigo, amigo una monedita,... una monedita.... Yo esperi,... yo
esperi aquí” y ahí se quedaba, pero lo fatal era que olía a
demonios.
Y
pasó, pasó la noche, y las ventanas de tonos diferentes entorno a
la plaza quedaron solas. La niña de la humilde casona verde de la
esquina ya no asomaba su blanca faz a través de los cerrados
cristales. De retorno al hostal, en un lugar oscurecido por la noche
lloraba un niño, lloraba la noche, lloraba una vida. El tiempo se
fue enfriando, hay que ponerse un abrigo o mejor una ruana, si
estamos en Caramanta. El niño, con sus lágrimas nos miró. Aquella
noche se le perdió su álbum de cromos. Pero si era Jorge, el hijo
menor de la que regenta el hostal, la señora Rubiela. Oswaldo logró
una sonrisa de paz después de susurrarle algo, surgió una ilusión
oscurecida por la noche, cuando la luz llegó, suspiró entre sombras
un pacto entre Oswaldo y Jorge. Desapareciendo los dos por el portal
del hostal con dirección a la calle.
¿Quien
puede dejar de mirar una ventana? O mirar desde una ventana? Es como
si volviéramos a nuestra infancia, como dicen: “Ver el mundo desde
una ventana”. Nuestro mundo se inicia desde que comenzamos a mirar
por la ventana, sin la ventana perderíamos parte de nuestra niñez,
nos sentiríamos perdidos. Cuando se mira desde la ventana la vida y
la mirada se hacen hermosas, así llueva, truene, haga sol o haya
neblina, como acostumbra haber en esta Caramanta situada en la
cordillera central, departamento de Antioquia, a 2.121metros sobre el
nivel del mar y a una temperatura media de 17° grados centígrados.
Como está en montaña posee una superficie así: 17% en tierra
caliente, 38% en tierra templada y 30% en tierra fría. Tiene tres
corregimientos: Barro-blanco, Sucre y Alegrías y 14 veredas. Aquí
todavía se ve en los fines de semana a campesinos con recuas de
mulas. Aquí el progreso se quedó como perdido en el tiempo, muchos
siguen desplazándose a sus veredas como fueron creadas en 1843, en
recuas de mulas. Las únicas tecnologías que les ha llegado son las
nuevas herramientas, como ésta, la de crear ventanas virtuales desde
las cuales podemos superar muchas veces la realidad. Pero lo de
Caramanta es real, es un pueblo perdido en el tiempo, una ciudad
olvidada, es la definición que supera los límites para los
jóvenes. Aquí no hay futuro y es allí donde se activa para los
caramanteños el deseo de emigrar. Ya mis bisabuelos, ambos oriundos
del pueblo, Ricardo Ossa Montoya y María del Carmen Ossa Tobón,
emigraron con sus primeros 7 hijos en 1905 a colonizar otras tierras. En
aquellos años la Colombia profunda que se abría al mundo era una
ventana con navegación en el río Cauca y Magdalena, la llegada de
trenes a sus territorios era todo progreso como en cualquier capital
del mundo de entonces. Vislumbraba otra Colombia muy lejana y
distante de la que se ve hoy en día, para mi “ilusiones perdidas”.
Un
largo viaje. Las campanas de la iglesia fueron traídas de Alemania,
si de Alemania en donde tocaron o sonaron por primera vez antes del
largo viaje hasta Caramanta. Una de ellas se llama San Pedro y la
otra San Pablo y ambas tiene grabadas alrededor parte inferior la
figura de 12 angelitos, si, estos miran desde las campanas el bello
entorno de las montañas de la bella Caramanta.
Jairo
Narváez Soto Zuluaga Ossa
Collage
1.- La llamada calle de los ricos de Caramanta, la recién
adoquinada calle, dando ese aspecto de calle de la antigüedad, como
evocando un pasado lleno de cultura y progreso. Hostal el Patio,
Foto, Carlos Eduardo Ossa Lenis.
Collage 2.-
Personajes de Caramanta, “Ver el mundo desde una ventana”.
Nuestro mundo se inicia desde que comenzamos a mirar por la ventana,
sin la ventana perderíamos parte de nuestra niñez”, Foto. Carlos
Eduardo Ossa Lenis.
Collage
3.- En Caramanta todavía se ve en los fines de semana a campesinos
con recuas de mulas. Aquí el progreso se quedó como perdido en el
tiempo, muchos siguen desplazándose a sus veredas como fueron
creadas en 1843, en recuas de mulas. Foto. Carlos Eduardo Ossa Lenis.